Una tarde gris. Nubes espesas
ocultan la luz. Intensa la lluvia, incesante, provoca charcos en la vereda, los
árboles sueltan sus hojas sin más.
Acá me encuentro en mi trabajo. En un
Kiosco. Sentado, escribiendo estas líneas para vos, mi amor. Solo puedo pensar cuestiones
en que estés presente de alguna forma. Veo petacas de alcohol, cualquiera, no
importa el color ni el grado. Estoy completamente seguro que son menos embriagadoras
que tus caricias en la mañana. Veo los chocolates y de ninguna manera son más
sabrosos que tus besos en la noche.
Clientes, empapados hasta las
hendijas, esquivan los charcos, confiados en que se mojaran menos los talones.
Ilusos, que más da. Entran al kiosco en busca de felicidad. Pierden la noción
del tiempo eligiendo. Se elevan por los aires imaginando que llevaran, pero se
chocan con el techo, no son muy profundos y penetrantes sus pensamientos. Poco
a poco, caen desplomados con la dulce verdad. Sintiendo como si tuvieran un
ancla atado a los pies. Cada vez más desnudos, como si alguien los asaltara.
¿Desazón o sorpresa? No lo se. Lo que si sé, es que solo yo, puedo
contemplarlo. No es que me divierta, un poco de satisfacción si, pero estoy en
todo mi derecho. Es el acto de justicia que el empleo me proporciona, por
interrumpir mis sueños y deseos tan bellos.
Cayó la tarde, sigo pensando en vos.
Esperando que me reemplacen pronto. Así puedo escucharte un rato antes de irme
a la cama. Es un deleite oír cada vocal, cada consonante, cada palabra o cada
frase que emiten tus cuerdas vocales en su suave armonía. No hay dulce que
calme mi ansiedad. Ni chocolate que consuele la distancia. Altas dosis de
alcohol solo mitigan el dolor. Pero el calor que tu cuerpo me da en las noches,
no hay licor que lo sustituya.
Ahí llega mi preciado compañero, al
menos cuando me reemplaza, lo aprecio en verdad. Junto mis cosas rápidamente,
nada mas me detenía en este lugar. Abro la heladera de bebidas y escojo un agua
mineral. Mi camino es largo y necesito algo fresco. Claro que preferiría
tenerte a vos conmigo, tu encanto y frescura hidratan todos mis sentidos, limpia
mi sangre y envuelve mi corazón con un manto de pasión y amor.
Salgo del negocio y de un estirón
salto el charco. Miro a los costados. Cierro mi sobretodo hasta el cuello, y
abro el paraguas negro. Solo pienso en llegar a mi casa para desvelarme a tu
lado y conquistarte como todas las noches.
L.E.
Parera
Oct, 2011
Oct, 2011
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